LA CUERDA TENSA
un proyecto de Jorge García
comisariado por Fernando Gómez de la Cuesta
para el CEART de Fuenlabrada (16/05-23/06/2019)
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La vida como (último) espacio de resistencia
La imparable transformación social de los últimos cincuenta años ha ido provocando que gran parte del debate político se centre en lo individual, en lo personal, incluso en lo íntimo. Un proceso que quizás sea una nueva trampa perversa de las clases dirigentes para desahuciarnos de lo poco que nos queda, para expropiarnos de nosotros mismos, pero que en sentido contrario también ha fijado nuestras vidas como uno de los escasos lugares posibles para la resistencia, para la acción y para el contraataque. En un mundo invadido, desmesurado y desnaturalizado, completamente ocupado por infinitas ideologías secuestradas al servicio de intereses partidistas, egoístas, personalistas y avariciosos, las ansias de poder y de riqueza de unos cuantos, seguramente demasiados, van alienando al resto de esos individuos que terminan recluidos en su propio ser como última salvaguarda. A veces, ni siquiera eso. Lo cierto es que no puede existir mayor acto de resistencia que las acciones, decisiones y posicionamientos que van dando forma a nuestra vida, unos hechos que van construyendo nuestro itinerario y que son la constancia más precisa de aquello que tratamos de ser, ponderados por nuestras cualidades y defectos, por nuestro pensamiento, por nuestra coherencia e incoherencias, por nuestros miedos, afectos y deseos. “No se trata de temer o de esperar, sino de buscar nuevas armas”[1], no somos libres, nadie lo es, pero algunos, al menos, tratamos de serlo.
Hechos, no palabras. Jorge García (Toledo, 1977) se sitúa en medio de este proceso de vaciamiento y descreimiento para hacer de su vida un espacio de resistencia, construyendo un contexto que tiene que ver con su biografía, con su hogar, con su herencia, con su futuro, con aquello y aquellos que le rodean. Un refugio precario traspasado por la contemporaneidad que él convierte en un lugar para la (auto)defensa, para la reivindicación, para la lucha y, por supuesto, para la creación. “La cuerda tensa” es el proyecto que reúne las últimas obras de un artista que se inserta en el seno de la distopía y en el cambio de paradigma que estamos viviendo, para cuestionar una singular colección de mitos públicos que él ha convertido en privados mediante una convulsa apropiación de imágenes de Internet que contrasta y contrapone, física y conceptualmente, con escritos que considera claves para la postmodernidad, pero también con anuncios publicitarios y periódicos de la época en la que nació, unos dispositivos que nos ubican y que relacionan, de una manera efectiva, lo particular con lo general. Desde su imaginario más íntimo, de carácter punk y nihilista, nos lanza a un acervo visual que parte del icono global para ir desentrañando el símbolo personal, mientras deriva hacia ese post-optimismo que utiliza con frecuencia en sus obras y que remite a la idea esencial de la “pérdida de la fe” de Tomáš Halík, de esa “fe barata” fruto del optimismo religioso pero también del secular y que, según el sacerdote checo, es un “mal globalizado” que sólo puede ser superado “aceptando las paradojas de la vida”[2].
Desde este posicionamiento es desde donde desarrolla la pieza mutante y en continua expansión que se encarga de configurar uno de los ejes físicos y metafísicos que estructuran el recorrido de la exposición y del proyecto. “El orden personal” es una obra sin fin iniciada en 2018 y que toma la forma de un diario personal de apropiaciones e intervenciones sobre imágenes preexistentes que definen al artista, sus intereses, sus preocupaciones y su contexto. Unas imágenes que son seleccionadas de manera reflexiva entre la convulsa desmesura que padecemos. Formalizada mediante la técnica de la risografía, que nos hace conectar de inmediato con la estética de los carteles y de los fanzines de los años 70 y 80, construye una línea tan literal como inmaterial que crece indefinidamente a pesar de ir separándose puntualmente de alguno de sus elementos, como le ocurre a aquellos gusanos lúgubres que siguen viviendo tras perder parte de su cuerpo, como aquellos animales autótomos que son capaces de regenerar sus extremidades perdidas en la relación, en la transacción, en el accidente, en el azar o en el conflicto. Una herida abierta y curada sucesivamente, suturada, cicatrizada y de nuevo rasgada, unas llagas que tienen que ver, sin duda, con la vida y su devenir. Es por eso que García relaciona esta obra con una irónica pieza titulada “Para un roto y para un descosido” (2014) que, de alguna manera, acompaña a la serie principal y a nosotros mismos como instrumento de (auto)sanación.
Este primer eje visual y conceptual de la exposición se cruza, en simbiosis, con la otra pieza de largo recorrido que el artista ha iniciado este año: “Lo ordinario y lo extraordinario” (2019). La obra se compone de un conjunto de vitrinas que contienen una colección de publicidad recogida en la prensa catalana de los años 70, mezclada con objetos personales del artista referidos fundamentalmente a su infancia. Jorge García trata de ponerse en contexto y mostrarse a través de todo aquello que su madre fue guardando como recuerdo del crecimiento de su hijo, reliquias que tratan de aprehender el paso del tiempo. La pieza saca a flote ideas, ironías y paradojas de los días en los que vivimos, comparando las diferentes épocas mediante la información que poseemos y la que poseíamos, el grado cambiante de conocimiento, nuestros consumos, intereses y necesidades, mientras volvemos a recorrer la intimidad del artista, una intimidad con la que el espectador puede identificarse y extraer conclusiones que afectan a cuestiones de carácter más general, como señala Anna Adell: “para Freud lo siniestro emerge en el ámbito doméstico, para Jorge García el extrañamiento de lo social tiñe el recuerdo familiar”[3]. Es precisamente su madre, como única patria, la que cose la bandera que es la suma de todos aquellos sitios donde es y donde fue Jorge García, una bandera titulada “Patria Madre” (2019) que comparece clavada en la pared con el cuchillo que el artista suele llevar entre los dientes, aquel que usa para defenderse y repeler ese patriotismo rancio y reaccionario que surge como ideario sintético del cobarde, del intolerante, del ignorante y del prejuicioso.
“La cuerda en espera” (2019) quizás sea la pieza más icónica de esta exposición. Una escultura que representa, en bronce, aquella soga que su abuelo y su padre dejaron colgando del techo de la nave donde trabajaban, una cuerda que actúa a la manera de un nuevo monumento y que espera ser tensada por Sísifo para subir las cargas más pesadas, para soportar los trabajos más estériles, pero también para sujetar a quien pierde el equilibrio o, en sentido contrario, para robar el último aliento del suicida desesperado, porque como señala la intervención mural que incardina la muestra y que se convierte en toda una declaración de principios: “Las agonías largas hacen perder las formas” (2019). Alguno de esos seres sumidos en la desesperanza son los que Jorge García, junto a su colaboradora Amanda Lago, llevan tiempo grabando con su móvil en la serie titulada “Ruidos de fondo” (2019) donde ambos van elaborando un bestiario del agotamiento, de la frustración y de la alienación a la que nos ha sometido este mundo depravado y obsceno, un catálogo visual de todos aquellos que se mueven bajo la superficie de la normalidad y de la rutina, quedando prácticamente ocultos bajo el manto opaco de la vorágine contemporánea y que, en algún momento, pueden decidir acabar con ese sufrimiento. Como el arcano colgado de la soga, como un moderno Prometeo condenado a que las alimañas devoren sus vísceras, el artista padece una herida mortal que sólo es sanada, en parte, por este acto heroico de lucha y de resistencia que culmina cada vez que produce y comparte alguna de sus piezas, aquellas que lo curan, pero que también preparan sus entrañas para el festín nocturno de las aves carroñeras: “Get Your Guts Ready”.
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[1] Gilles Deleuze, Conversaciones: 1972-1990, Pre-Textos, Valencia, 2006.
[2] Tomáš Halík, Paradojas de la fe en tiempos posoptimistas. Herder, Barcelona, 2017.
[3] Anna Adell, “Jorge García, primeros auxilios para tiempos post-optimistas”, Le Bastart, Barcelona, 2019.