(Hiper)realidad(es) (des)utopizada(s)
un proyecto comisariado por Fernando Gómez de la Cuesta
-texto entrelazado para las propuestas de Avelino Sala «Amanecer dorado» (Pelaires Projects, Palma, septiembre 2014) y «De lo (hiper)real absoluto» (Espai Rambleta, Valencia, octubre 2014)-
Cualquiera que sea el descubrimiento, la realización de un ideal considerado utópico, se sabe que mañana será un arma más de destrucción, que será vulgarizada en el sentido comercial [1]
Justo después del falso resplandor, del brillo deslumbrante del espejismo, viene el momento de despertar del sueño, de darnos cuenta de que nada de lo que vivíamos era verdad, de que todo era una enorme ficción donde el especulador encontraba el espacio idóneo para medrar y la mentira pululaba a sus anchas. Ahora parece que estamos en ese punto de inflexión que marca el inicio del desvelamiento, en plena quema del telón que ocultaba la tramoya, que escondía ese mecanismo completamente artificial que provocaba que todo pareciera casi perfecto[2]. En realidad puede que estemos frente al gran cambio o, por el contrario, ante un nuevo pase de magia, un truco asombroso de esos prestidigitadores que gobiernan el mundo, de ese aquelarre de demiurgos que controla el planeta, de esos tipos que siguen tejiendo aquella tela de araña de la que casi nadie se zafa, unos manipuladores extraordinarios, sin cara, ni pies, ni corazón, pero con mucha mano, tanto izquierda como derecha. La maquinaria dejó de bombear, eso es evidente, el combustible ya no llega a los pistones y la mayoría de operarios están cansados de darle vueltas a la manivela, el lugar que habitamos, pretendida y pretenciosamente idílico, se cubrió con la incertidumbre que nubla cualquier mutación abrupta, una niebla espesa que, a la vez, puede ocultar una estafa aún más sofisticada. Un momento de desconcierto y de desazón, pero también de expectativas fundadas e infundadas, de herida y de reivindicación, un escenario de debate y de combate que coincide con el lugar en el que ahora nos hallamos.
El artista consecuente es plenamente consciente del punto crítico en el que andamos sumidos, un continuo ir y venir entre las expectativas de la utopía y el flagrante choque de la distopía, un momento de ruptura de ciclo económico donde se usa todo tipo de terrorismo como instrumento de coacción, una época de injusticia social y de anulación de las formas de pensar que difieren del dogma globalizado y globalizador. La pieza de Avelino Sala titulada “Democracy” (2014) es un claro ejemplo de ello, una obra que señala un sistema puesto en cuarentena, un cuestionamiento absoluto de su realidad y de su eficiencia. La propuesta tiene diferentes formalizaciones que se ajustan al espacio donde se ubica: una versión bidimensional, la que podemos ver en la presente muestra titulada “Lo (hiper)real absoluto” (Espai Rambleta, Valencia, 2014) donde la pared se cubre de un material que absorbe el sonido y sobre el que aparece troquelada la propia palabra que le da título; y otra, la de la reciente exposición “Amanecer dorado” (Pelaires Projects, Palma, 2014), en la que comparece como una sala cerrada, oscura y también insonorizada, donde una tenue luz puntual dirige nuestra mirada hacia el interior del cubículo en el que se halla esa misma palabra troquelada. Un inútil muro de las lamentaciones que apaga nuestro grito o una habitación del pánico donde desahogarnos sin resultado, en todo caso una sencilla y demoledora metáfora sobre un concepto que se vacía de contenido constantemente, del que casi no queda nada, un trabajo que parte de la inteligencia, la sensibilidad y la ironía para ofrecernos otra visión, la no usual, aquella que decide darle la vuelta a las cosas, aquella mirada intersticial que se instala en la grieta, que se cuela por los resquicios de la pétrea estructura del poder con la intención de cuestionarla y, si le dejan, desbastarla y demolerla.
Una de las opciones que nos queda ante tanta incertidumbre es volver a refugiarnos en la caverna, un proceso primitivo de protección, de ocultación y de bunkerización que, a pesar de sus mutaciones, nunca hemos dejado de emplear. Avelino Sala trabaja habitualmente en base a proyectos independientes pero conexos que va desarrollando en series diferenciadas; en una de sus últimas investigaciones, titulada “BlockHouse” (2013), y de la cual se pudieron ver algunas piezas en la colectiva “High Society” (Centro Cultural Contemporáneo Pelaires, Palma, 2013), el espectador se encontraba ante una curiosa manera de salvaguarda, ante una barricada del conocimiento construida con libros, una formalización que se refiere a un elemento defensivo, de protección, pero que también puede servir como el lugar desde el cual articular el contraataque[3]. Una representación física de la resistencia con ciertas evocaciones cinematográficas que nos remiten a “La Chinoise” de Godard (1967) o a “Fahrenheit 451” de Truffaut (1966), y en la que no sólo se ubica la figura del que huye o del que busca refugio, sino también la del rebelde, la del manifestante, la del inconformista, la del opositor o la del encapuchado. En esta confrontación entre el poder y el contrapoder es donde surgen algunos de los análisis más certeros de Avelino Sala, como los que se refieren a la singular arqueología que establece sobre los elementos que el estado emplea para controlarnos, sobre los símbolos de poder, las acciones, las reacciones y su contenido, sobre los totalitarismos y las resistencias, sobre conceptos como el de espera, rebelión y vigilancia que aquí cobran diferentes significados, o sobre la descontextualización y el examen de los dispositivos empleados para la revuelta. Tanto en la pieza “War nam nihadan” (2014) consistente en una granada de mano realizada con vidrio soplado en la mallorquina fábrica de Gordiola, como en el caso de la cámara de mármol de la serie “Distopia Right Now” (2012), ambas expuestas en su individual “Amanecer dorado” para Pelaires Projects, el artista parte de una lectura irónica de la escultura con el objetivo de asumir en ella esos elementos de control y de represión. Estos dispositivos recontextualizados y reformulados, así como el replanteamiento del lugar de carácter defensivo como espacio para articular el contraataque, son reflexiones que tienen mucho que ver con la segunda obra que Sala propone para este proyecto en Espai Rambleta: “Tortuga” (2014).
En la antigua Roma había una práctica militar muy utilizada por las legiones en los asedios llamada “la tortuga”, una estrategia que consistía en la protección de los soldados en formación utilizando la unión de sus escudos a modo de caparazón, los hombres de primera fila protegían el frente, los soldados situados en los laterales y en la última fila podían cubrir los flancos y la retaguardia, mientras que los que quedaban en medio eran los encargados de defender la parte superior, una práctica lenta pero segura que conecta con otros formatos que también interesan al artista, planteamientos más o menos estáticos, muebles e inmuebles, como lo son el bunker, la trinchera o el blockhaus. Ya hemos anticipado que Avelino Sala recurre a elementos vinculados al control, a la represión y al poder, pero también a estructuras de defensa y de posible ataque, para construir unas piezas tridimensionales que se mueven entre la fina ironía de sus esculturas y la rotundidad de sus instalaciones. “Tortuga” es una estructura modular realizada con los escudos transparentes de las fuerzas antidisturbios. Se trata de una escultura de corte minimalista acompañada de una serie de luces en el interior, y que, metafóricamente, habla sobre la defensa pero también sobre el vacío, sobre el hermetismo del estado, del poder, y la distancia de éstos con el ciudadano. Una pieza transparente pero rígida e inexpugnable, inaccesible e impenetrable para el individuo, la sociedad, sus intereses y sus reivindicaciones, compuesta por unos elementos que, sin duda, son uno de los símbolos más inquietantes del poder desigual de este estado que se ha instaurado en la zona gris de nuestro tiempo.
“Tortuga”, al igual que ya lo hiciera “BlockHouse”, se refiere a la incorporación de la barricada en la galería o en el museo, en esos centros de arte contemporáneo que debieran estar concebidos como lugares para la creación y para la resistencia, espacios dinamizadores del intelecto, prácticos y activos, que tendrían que servir para generar soluciones y cambios gracias a la transmisión del conocimiento. Mientras, el título de la exposición, “Lo (hiper)real absoluto” (2013-2014), interpela a un proyecto mucho más amplio que se constituye como un diario visual y objetual que engloba diferentes imágenes referidas a la vida y a la muerte, al poder y al contrapoder, pero también a la memoria personal y a la colectiva; hongos nucleares, puños americanos, cámaras de vigilancia, el jocker como icono, piedras y calaveras, completan este ideario que también tuvo presencia en “Amanecer dorado”, su exposición anterior, en forma de bocetos en oro y acuarelas monocromas. Si lo inquietante de las sociedades actuales está relacionado con el miedo, la violencia y la extraña sensación de inseguridad dentro de la seguridad excesiva; con la crisis global y la quiebra de esa felicidad ficticia vinculada al estado de bienestar, podemos decir que, la única salida para que el arte contemporáneo pueda tener una función cierta y un efecto en la sociedad, es la de crear y reforzar algunos símbolos, actitudes y acciones actuales que van asociadas directamente a la lucha o a la no aceptación de lo establecido. Un arte que esté enraizado en los procesos de comunicación, donde la obra del artista sea la imagen de su libre pensamiento y que, además, enlace con una idea de conocimiento que esté dirigida a todos nosotros[4].
La mencionada exposición “Amanacer dorado” surgió como una propuesta que comunica todas estas líneas de creación, un proyecto que aglutina diferentes series y que toma su nombre de la reacción fascista, neonazi y xenófoba que, hace apenas unos años, rebrotó en Grecia aprovechando la fragilidad, la fractura, los odios y los miedos que afloran cuando la presión es insuperable, cuando la crisis se lo lleva casi todo por delante, una solución criminal, violenta y demagógica, a la que Sala recurre como denominación de una propuesta que deja en evidencia muchas de las incoherencias en las que sigue incurriendo nuestra sociedad. La quiebra de la utopía es una realidad flagrante y Avelino Sala la explicita de una manera muy concreta en sus series de fotografías intervenidas, imágenes paradisíacas sobre las que inscribe el título de novelas distópicas, generando esa contradicción que pone de manifiesto el momento en el que nos encontramos. Efectivamente, en “Amanecer dorado”, las series “Pay Attention Please” (2014), su pieza “Foreigners Club” (2014) o, ya en el campo de la escultura, “Tiempos nuevos, tiempos salvajes” (2014) en la que talla el título de las citadas novelas sobre unos sticks de hockey, así como su reciente participación en el certamen de intervenciones urbanas BetArt (Calvià, Mallorca) con la propuesta “Dist_opis” (2014) donde, aprovechando los dispositivos publicitarios de cartelería luminosa, edita una serie de pósters enigmáticos que, de nuevo, recogen los títulos de estas novelas, configuran un escenario de proyectos que generan una comparación entre la sociedad actual y el texto de ficción al que se refieren, unos escritos donde el control y la perdida de derechos es manifiesto, pero en los que, la libertad bien gestionada, suele acabar triunfando. Una serie de obras que nos llaman la atención sobre los errores cometidos para que tratemos de reflexionar si existen otras opciones, planteándonos que nuestra fuerza reside, individuo a individuo, en el propio colectivo[5].
Como ocurre con “Tortuga” y “Democracy”, uno de los métodos más efectivos con los que el artista suele incardinar su perspectiva crítica es la unión de conceptos y objetos contradictorios en formalizaciones que, de manera sorprendente, se oponen en una perfecta simbiosis, en una esquizofrénica armonía. En “Amanecer dorado” nos encontramos, por ejemplo, con los banderines multicolores de “Bienvenidos al desierto de lo real” (2014) que nos reciben al entrar en la exposición como si de una verbena se tratara y en los cuales, de manera sorprendente y dramática, ondean los anagramas de Al-Qaeda, IRA, las FARC, Sendero Luminoso, Hezbolá, Hamás, la Yihad Islámica o los GRAPO. Comienza la fiesta pero no la que esperábamos, una fiesta a la que no hemos sido invitados y en la que, el papel que nos tienen reservado, es más cruel de lo que pensábamos. La aparente felicidad se va tornando en inquietud y desazón cuando comparecen las piezas que componen las series “The Catchers” (2014) y “Amanecer dorado” (2014) -que da título a la exposición- unos bates de baseball que contemplan amenazantes la escena y terminan de contextualizarnos en un lugar mucho menos amable de lo que en un principio intuíamos, en algo parecido a lo que se ha convertido nuestro mundo. Estados Unidos, Alemania y China estampan los colores de sus banderas en esos bates que dejan de ser un instrumento de juego para transformarse en un objeto contundente, en un elemento coactivo y violento al servicio de unos pocos jugadores, de los mejores catchers del planeta, de esos que salen en la Lista Forbes y bordan su nombre, con hilo de oro, en los guantes con los que atrapan todo lo que les interesa. Bill Gates, Carlos Slim o Amancio Ortega cogen con fuerza la bola del mundo con la que se juega esta partida despiadada, una pelota que reproduce la silueta pirograbada del globo terráqueo, un perfil impreso a sangre, sudor y el fuego de muchas guerras, de desastres y de miserias, de la extorsión global, de la violencia institucional y del terrorismo de estado, de lo evidente y, sin ninguna duda, de lo camuflado.
Las propuestas de Avelino Sala son un puñetazo en la boca del estómago, un directo al cerebro, un pegarse de bruces con y contra la realidad, contra la certeza de que aquel paraíso que creíamos haber construido con unos sólidos cimientos no era más que un cuento, un descomunal engaño colectivo perpetrado por unos pocos. Sala es un creador que nos pone en situación, que nos ubica y que nos contextualiza, pero que también nos estimula y nos incita, nos excita, nos ayuda en esa toma de conciencia que debería preceder a la adopción de cualquier medida, de cualquier decisión, aunque la elección que tomemos sea errónea, aunque la opción escogida sea la menos adecuada. El golpe, el encaje del golpe y la respuesta, deben ser proporcionales o absolutamente desproporcionadas, hay que optar entre la prudencia o el pasamontañas. Avelino Sala es un artista cuña, un auténtico detonante que relata sin rodeos la insalvable distancia que sigue existiendo entre la gente y la clase dirigente, entre el pueblo y el poder, un creador que se ubica en la poética de la fractura, en el lugar que considera adecuado para hacer fermentar su pensamiento mediante obras que funcionan a modo de imágenes dialécticas, de registros de nuestra memoria en permanente titubeo, de recuerdos de apariencia semiopaca que se mueven en ese territorio entre lo turbio y lo conocido, que nos mantienen en un estado de recelo y de duda permanente bajo el prisma de la alerta, la pregunta y la sospecha. Sala es un agitador de conciencias que nos hace reaccionar, que nos busca y que nos encuentra, que mete el dedo en la llaga y que lo mueve dentro de la herida, pero no para generar dolor, sino para comprobar que hay vida, porque donde hay vida, hay esperanza.
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[1] Max Nettlau, Esbozo de la historia de las utopías, Editorial Imán, Buenos Aires, 1934, p. 84-5
[2] “Quizás empezará una nueva era en que los intelectuales y las clases cultas soñarán con el modo de evitar la utopía y volver a una sociedad no utópica, que sea menos perfecta pero más libre”, cita de Nikolái Aleksándrovich Berdiáyev, recogida en el prólogo escrito por Ignacio de Llorens para: Aldous Huxley, Un mundo feliz, Editores Mejicanos Unidos, México, 1985, p. 7
[3] “Podemos también atribuirles a estas estructuras la posibilidad de convertirse en un centro coordinador del ataque; la razón misma de ser de la pujanza en la que se sostiene toda idea de retaguardia. Sucede que la organización y la logística de un territorio pueden ser coordinadas –y, más allá de ello, enteramente dominadas– desde estas células poderosas”, Fernando Rodríguez de la Flor Adanes, “El imperio Ctónico. Gestión militar del espacio y lectura de sus huellas modernas”, Acto: revista de pensamiento artístico contemporáneo, Universidad de La Laguna, La Laguna, Nº 1, 2002, p. 95-110
[4] “expresar la idea de libertad absoluta de las posibilidades interiores y espirituales del hombre, un arma en la lucha de éste contra la materia, que amenaza con devorar su espíritu”, Andrei Tarkovski, Esculpir en el Tiempo, Ediciones Rialp, 2008
[5] “La utopía, entonces, no se dirige a la realidad pervertida para tratar de cambiarla, si no a los hombres pervertidos que no quieren o no pueden cambiar, y que por ello mismo se hacen responsables de una realidad cuya perversión ni siquiera intentan mejorar”, Arnhem Neusüss, Utopía, Barral Editores, Barcelona, 1971, p. 34