Juan Carlos Batista – «Temores infundados» – Kaplan Projects – Palma

INAUGURACIÓN 25/11/2022 – 19:30h.

Comisario: Fernando Gómez de la Cuesta

Kaplan Projects

C/ Costa de Santa Creu, 8. Palma

Temores infundados es un proyecto expositivo que recoge una selección de piezas de dos de las principales derivas sobre las que suele discurrir la creación de Juan Carlos Batista, un conjunto de esculturas que mezclan el sarcasmo, la ironía, el posicionamiento y la reivindicación, junto con una serie de obras bidimensionales que tienen como punto de partida antiguas imágenes intervenidas, algunas de carácter pictórico y otras provenientes de archivos fotográficos. La obra de Batista siempre se ha movido en un amplio campo conceptual que fluctúa entre la duda, el conflicto, la violencia, el miedo, el amor, el sexo, el deseo, la enfermedad, la muerte, el sentido del humor, la frustración, la lucha, el inconformismo, la justicia o la relación del ser humano con su entorno y con la sociedad. Sin embargo, en Temores infundados, el artista decide precisar aún más sobre algunas de estas ideas y convertir en objeto de reflexión aquellas cuestiones que tienen que ver con la decepción y con el recelo, con esos extraños derroteros por los que se prodiga la especie humana, llenos de mentiras y manipulaciones, que nos terminan empujando hacia populismos, totalitarismos y guerras.

La guerra, precisamente, ha sido fuente de inspiración y desasosiego para multitud de creadores: Ucello, Delacroix, David, Picasso, Grosz, Dix, Capa… Aunque quizá, lo que se encuentra más presente en las investigaciones de Batista sea el carácter absurdo, dramático, ridículo, irónico, macabro y grotesco que le confiere Goya, o la extraña e impropia ambigüedad con la que tratan el tema bélico los futuristas de la vanguardia italiana. Pero comencemos por esas series de fotografías intervenidas que dan forma a esta propuesta y cuyos títulos, Extrañamientos (2018-2019) y Dejación (2018), anticipan su condición enigmática, inquietante y beligerante. Los paisajes tramposos que sirven de fondo a estos Extrañamientos están hechos a partir del escaneo de una selección de decalcomanías, una técnica que tiene su origen en la vanguardia surrealista y que aquí se encarga de provocar la descontextualización -ese extrañamiento casi metafísico- de las figuras humanas que se desenvuelven sobre ellas, imágenes de personas que han sido obtenidas a partir de diferentes archivos fotográficos que recogen el exilio español republicano. Las piezas de este conjunto establecen un juego con el interlocutor que apela a una búsqueda en los orígenes del conflicto, un volver a mirar las antiguas representaciones que componen la memoria visual que muchos de nosotros poseemos sobre lo que fue la Guerra Civil Española y la posterior huida del bando perdedor. Un relato que va conduciendo al espectador, casi sin querer, a lo que aconteció en esa época maldita, a la vez que le tiende una trampa intelectual: aquella que le hace sentir como un perspicaz observador al margen de la contienda.  

Tres fotografías incluidas en esta muestra pertenecen a la serie Dejación (2018), donde Batista ficciona la huida de unos soldados de la Gran Guerra gracias a una técnica de borrado digital que le sirve para suprimir cualquier vestigio de presencia humana y dejar el fondo paisajístico fuera de cualquier contexto. Un conjunto que manifiesta la tesis, frontal y evidente, de que en una guerra injusta y cruenta el verdadero héroe es el desertor. En esta Primera Guerra Mundial, la oficialidad política y castrense de los países contendientes, predicó, arengó y mintió con las mismas consignas: éste era un conflicto justo y defensivo, donde la deserción era un delito de alta traición a tu país. Sin embargo, en 2006, el Gobierno Británico decretó el perdón para los 306 fusilados por cobardía durante esa contienda, pasando a ser considerados víctimas de guerra y no unos criminales traidores. A día de hoy, nadie ha sido condenado como responsable de la brutal carnicería que fue aquella Gran Guerra. El historiador Marc Ferro afirma que aquél fue un conflicto deliberado y provocado por los mandos de ambos bandos para combatir los movimientos obreros de la época. De nuevo la mentira y la manipulación movidas por el interés.

Extrañamientos y Dejación reflexionan sobre una cuestión que, como hemos visto, resulta fundamental en el trabajo de Juan Carlos Batista: la imposición de lo bélico por encima de otras cuestiones vitales. Para ello, el artista, apela a diferentes perspectivas que dejan en evidencia lo estúpido de las guerras, analizando conceptos como la memoria y la desmemoria, la construcción del relato histórico, los vencedores y los vencidos, el origen del mal, las obsesiones, la venganza, los miedos, la muerte o lo fantasmagórico, pero también los juegos infantiles, la educación y la transmisión de valores a nuestros hijos, unas cuestiones que se pueden percibir claramente en muchas de sus series escultóricas y de las que la presente exposición realiza una pequeña selección. Todo ello construye una entramado que, en palabras del propio Batista: “orbita alrededor de la decepción, de la deriva errática del ser humano, de todas esas situaciones que hacen que me pregunte qué puede hacer el arte para reconducir la dirección, dudando sobre si mi oficio puede mejorar el mundo. En ese instante me asalta el temor provocado por la incertidumbre, por la llegada de la vejez, por la vida como algo finito, y ese miedo es el que me hace mutar, en ocasiones, en un bienintencionado canalla”.

Gran parte de esas reflexiones se materializan en las piezas murales que componen el proyecto No verlas venir (2020-2022), una investigación que es el resultado de la alteración de un conjunto de grabados y serigrafías de Manolo Millares. La obra gráfica del mascarón de proa del arte canario se convierte aquí en un territorio donde el viento afilado de las intolerancias y de los totalitarismos altera su orografía mediante los contornos de unos toros de lidia, de las presas de la cacería y de sus cazadores, de los perfiles de los policías antidisturbios, de aparatos de gimnasio y luchadores de full contact, de siluetas de un enigmático Vía Crucis, de soldados y de armas, de la quema esquizoide de libros como principal objetivo de la intransigencia: la cultura como la mayor de las amenazas. Tanto No verlas venir, como Extrañamientos y Dejación, nos enseñan las referencias a ese arsenal de imposturas con las que cada uno construye su propia memoria, un sendero donde sólo al arte se le autoriza a fabular con la historia construida, un contexto que legitima la ficción, aunque en este caso, la ficción se enquiste de forma deliberada con nuestro pasado reciente y con la frivolidad con la que muchos hablan de una memoria que más parece una amnesia, una memoria simulada que es fruto de una falta de rigor y de una desfachatez solo comparable a la de esos poderosos mecenas que promueven un relato manipulado y tendencioso del mundo.

La escultura Ornamento y quebranto (2022) por su dimensión y ubicación se encarga de estructurar la disposición espacial y discursiva de la muestra. Un ciprés que ha sido construido a base de una acumulación de peluches sometidos al “ornamento” militar, una suerte de camuflaje que desdibuja los contornos e impone su deseo de combate. La pieza nos habla de las infancias perdidas, de una niñez que se ve truncada por el quebranto de lo bélico. Esa combinación entre lo lúdico y lo macabro, entre la diversión y el sarcasmo, es una de las características más recurrentes en los diferentes conjuntos escultóricos de Batista, unas series de las que aquí encontramos diversos ejemplos. Ese es el caso de Lucro y desmán (2019-2022) o de Custodia del resto de las cosas (2022), unas investigaciones donde el artista deconstruye, trocea, perfora y vuelve a ensamblar, pero de otro modo, unas figuras africanas preexistentes que suelen encontrarse como objeto de decoración en muchos hogares. Un proyecto que parte de ese cinismo primermundista que ha esquilmado, sin contemplaciones, los recursos de un continente africano totalmente saqueado. En ellas hay un homenaje formal al arte primitivo como referencia histórica de las vanguardias y a aquel destruir para volver a construir, para simplificar, para extraer la esencia y crear algo nuevo. Unas piezas que derivan de la geometría cubista para alcanzar un informalismo que otorga, a esa artesanía popular concebida desde la premura y la precariedad productiva, la sofisticación del arte contemporáneo. Batista defiende y practica el camino creativo como un itinerario lleno de dudas, de idas y de venidas, donde los procesos de análisis se originan y eclosionan en su taller, allí donde una obra determina la siguiente pero también corrige algunas anteriores. Un ejercicio de manufactura que, en este caso, destila pequeñas dosis de cinismo, de un canibalismo sutil y de un delito oneroso de apropiación de lo ajeno.

Algunas de estas obras integran elementos bélicos -como las extremidades desmembradas de soldados vestidos de uniforme- para representar esa liturgia de lo abyecto que sufren muchos pueblos del mundo, aquella que dicta que una vez que la maquinaria militar se pone en marcha, el resto de cosas carecen de importancia. El propio Batista señala que: “estas esculturas desprenden una significación multidireccional. El estudio por momentos se convierte en un pequeño laboratorio político-historiográfico de lo que ha sido África: el expolio colonial y postcolonial, los indecentes dividendos obtenidos por la extracción de la materia prima por parte de los países colonizadores, los costos mínimos de mano de obra y tantas otras desigualdades cobran la forma de una réplica inocua en miniatura que se pierde en el marasmo de bienintencionadas denuncias que acoge con sonrisa socarrona la creación actual. Para poder enlazar una divagación con la anterior, medito sobre una cuestión: que esta propuesta, tal vez, estuviera más legitimada si fuera urdida por una persona que habita en el continente africano, y yo me pregunto: ¿soy africano?”.

En realidad, lo que es Juan Carlos Batista, es un creador que comparece totalmente imbricado en los engranajes del arte más actual, elaborando una meticulosa tesis sobre la abusiva relación del ser humano con la naturaleza y con la sociedad, analizando la tradición, el enigma y la historia, enfatizando la fricción que produce lo primitivo, lo psíquico y lo genuino con el frenético contexto actual, vertiginoso y desquiciado, enfermo de alienación, superficialidad e impostura, observando desde una perspectiva crítica el sexo, la enfermedad y lo bélico. Batista es uno de esos creadores que es capaz de meter el dedo en la llaga con la capacidad de síntesis y la belleza implícita de un haiku japonés, pero con una violencia conceptual latente que nunca renuncia al deleite estético, algo que ocurre aquí, en estos temores que, seguramente, no son tan infundados.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s